Mi
papá empezó a dar clases de primaria, por allá en Los Rastrojos. Tenía sexto
grado, no había liceo en Barinas. Luego consiguió un puestico de maestro por
allá en un monte, pues. ¡Ah!, pero entonces se inscribió en los cursos de
mejoramiento del magisterio, una cosa buena que había. No todo lo pasado fue
malo, eso venía desde mucho antes del año 1958, entonces mi papá venía a Caracas
en agosto y traía libros. Cuando el terremoto de Caracas mi papá estaba aquí y
lo lloramos mucho: “Se acabó Caracas”, decían por radio. Y los rumores allá en
Sabaneta: “Caracas se acabó”. Después llegó un telegrama al otro día: “estoy
vivo, estoy bien”. Y llevó una enciclopedia, creo que francesa, “Quillet”. Me
prometió un amigo francés conseguirme una de la época, porque se perdieron esos
libros, el último que vi lo tenía mi hermano Adán. Después no sé, al mismo Adán
se le perdió en estos huracanes que se llevaron muchas cosas. Pero ahí había muchas
recomendaciones: filosofía, matemática, historia; era como mi internet
entonces. Yo era un niño y me bebía aquellas páginas. Y una de las recomendaciones
que había allí, que la apliqué toda mi vida, era la siguiente: “Usted piense”,
decía alguna página de aquellas. Yo lo apliqué. Si estás en la mañana
limpiándote los dientes, piensa lo que estás haciendo: “Me estoy limpiando los
dientes”. No estés ahí como si fueras un árbol, que no piensa. Si estás “pitchando”
en el béisbol, piensa. Si estás disfrutando con unos amigos, unas amigas,
piensa el pensamiento es clave para entender lo que uno está viviendo, para no
pasar por este mundo así como si fuera una nube que pasó.
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